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Cuenta la leyenda no escrita que cuando el insigne arquitecto mataronés, Josep Puig i Cadafalch, en mayo de 1897 observó las posibilidades que se le presentaban en aquellos dos cuartos de casa de la calle Argentona, propiedad del industrial textil, Joaquim Coll i Regàs, el permiso que tramitaba para reformar la fachada se transformó en una petición para la construcción de una gran casona unifamiliar. La planificación, como no podía ser otra forma en aquella época, siguió los lujosos cánones de la burguesía catalana, que competía entre sí en espectacularidad aprovechando la eclosión del movimiento modernista.

Ciento treinta años después, aquella casona de Mataró sigue siendo el icono del movimiento cultural que marcó la fin del siglo XIX, por su espectacular estado de conservación que permite a la Fundació Iluro, heredera del patrimonio de la extinta Caixa Laietana, dar un giro hacia la popularización de una de las grandes joyas del Modernismo, pero aún así, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento a causa de la gran dificultad técnica y económica que supone intervenir en una construcción de esta tipología, ha causado mella en la casa.

Ahora, la casa Coll i Regàs de Mataró “ya no es una vivienda, es una obra de arte” aseveraba Pere Carles, presidente de la Fundació Iluro, que intenta dar un giro completo a la herencia patrimonial de Caixa Laietana, hasta hace poco muy alejada de la red de promoción cultural de la ciudad. La casa, fue una de las grandes inversiones patrimoniales de la extinta caja de ahorros local, que después nunca invertiría en su reforma. La primera fase de la rehabilitación se centra en la fachada, elementos de cubierta y tratamiento puntual de piezas interiores. La casa fue declarada Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) en el año 2000 como monumento histórico con un nivel de protección especial.

La fachada, de estilo neogótico, incorporó un zócalo, el portal, la gran tribuna de la primera planta y los grandes ventanales elaborados con piedra de Montjuïc. La casa está plagada de elementos que sugieren elementos del género de punto, consciente el arquitecto que construía una casa para un fabricante textil. La espectacularidad de la fachada dota la vivienda unifamiliar de una planificación atípica, con sus once metros de frontal por 25 de profundidad. En ella, Puig i Cadafalch ideó una gran claraboya central que otorga una sensación de espacio y aumenta en luminosidad con los grandes ventanales de la calle y las ventanas del patio interior. La novedosa claraboya podía abrirse para ventilar las estancias superiores.

La vivienda consta de una planta subterránea, planta baja ligeramente elevada del nivel de la calle para ventilar el subterráneo, planta piso y buhardillas bajo las cubiertas. La edificación consta de dos fachadas, la principal de la calle Argentona, mucho más elaborada y la del patio interior o jardín. En lo más alto las buhardillas, que tienen un pequeño mirador en una torreta, destacan por sus arcos y vigas de madera, muy diferentes a las estructuras metálicas del resto de la casa. En el interior, el arquitecto mataronés optó por materiales nobles muy elaborados, como azulejos, cerámica vitrificada, hierro forjado, mármoles y estucados. “Un gran ejemplo de artes aplicadas” resumía el arquitecto Jaume Collet, encargado de la restauración.

Pero en Mataró no quieren obviar la faceta política de su hijo más ilustre, que presidió la Mancomunitat de Catalunya. “La trayectoria de Puig i Cadafalch es una de las más brillantes y sólidas del catalanismo” describía el 2014 en La Vanguardia el conseller de Territori i Sostenibilitat, Santi Vila. Un texto que tienen muy presente el concejal de Cultura, Joaquim Fernandez y el presidente de la Fundació Iluro, Pere Carles, que buscarán su complicidad para desagraviar la figura del político catalán aprovechando que el año próximo es el 150 de su nacimiento. El ahora conseller de Cultura elevó a Puig i Cadafalch a una categoría “incomparablemente superior a la de personajes muy menores como Francesc Macià o Lluís Companys, que paradójicamente han tenido más reconocimiento”.

 

Publicat originalment a La Vanguardia

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